Resumen Ejecutivo:
Pretendemos determinar el punto de partida para el desarrollo productivo argentino a través de la formulación de las causales históricas y fácticas que lo impiden. Aportar datos técnicos económicos concretos sobre los hechos que lo generan. Y establecer caminos de acción en concreto para revertir el proceso, basados en documentos generados por el Estado Nacional de indubitada información.
Palabras clave:
Desarrollo – Producción –Reactivación- Diagnostico- Mercado- Capitales
Argentina es un país de desarrollo intermedio, que se encuentra lejos de los países desarrollados, pero con estándares de vida muy superiores a los de los países pobres. Nos proponemos diagnosticar cuales son las causas estructurales de la falta de desarrollo e inferir posibles soluciones y aportes que propendan a facilitar el progreso nacional.
Punto de partida para el desarrollo productivo en Argentina
De acuerdo a los datos del Banco Mundial, en el último año de la pre-pandemia, 2019, el PIB per cápita de nuestro país fue de US$ 22.064.
Si bien ese valor resulta superior al promedio mundial, la tendencia a partir de 2011 (y, particularmente, a partir de 2017) fue negativa, con un ingreso por habitante que en 2019 fue 10,6% inferior al de 2011.
La pandemia supuso un nuevo retroceso, con una caída del 11% en el PIB per cápita en 2020, aunque para principios de 2021 el 90% de dicha caída se había recuperado.
La imposibilidad de crecer sostenidamente ha sido un leitmotiv de la historia económica argentina desde mediados de los años 70. Si bien hubo momentos puntuales de fuerte expansión de la economía (como parte de los años 90 y el período 2003-2011), la tendencia de largo plazo ha sido de muy bajo crecimiento y, a su vez, de una elevada volatilidad macroeconómica.
Desde 1974, Argentina fue el país del mundo que más años pasó en recesión y, por ello, fue uno de los de menor crecimiento del PIB per cápita. En los 45 años comprendidos entre 1974 y 2019, la tasa de crecimiento del ingreso por habitante fue de apenas 0,5% anual, lo que nos ubica entre los países de menor crecimiento del mundo. Ese bajo crecimiento fue acompañado de un proceso de transformación productiva que implicó (salvo momentos puntuales, particularmente el período 2003-2011) el retroceso de capacidades productivas en buena parte de la industria manufacturera.
A su vez, la estructura productiva se volvió crecientemente heterogénea, dando como resultado una creciente desigualdad de ingresos al interior de la población y un piso de informalidad estructural mayor al que se observaba a mediados de los 70.
Como resultado de todo ello, la tasa de pobreza por ingresos se multiplicó: mientras que en el Gran Buenos Aires había sido de alrededor del 11% en 1974, en ningún momento de las últimas tres décadas la pobreza por ingresos logró bajar del 24% en esa misma región.
Además de la falta de consistencia macroeconómica –todo lo cual ha repercutido en una gran volatilidad de los ciclos económicos–, la estructura productiva es una de las variables fundamentales que explican el pobre desempeño de la economía argentina de las últimas décadas.
Nuestra estructura productiva tiene varias características. Por un lado, es heterogénea desde múltiples ángulos: entre los sectores, al interior de los sectores y entre regiones. Esa heterogeneidad se plasma en que hay un puñado de empresas de alta productividad y tecnología con capacidad de exportar e internacionalizarse, que pagan elevados salarios y emplean trabajadoras y trabajadores formales y que acceden al crédito, en coexistencia con otras empresas de productividad intermedia que son muy sensibles a los ciclos económicos (de modo que muestran dinamismo y creciente formalidad cuando la economía crece y viceversa) y otras de baja productividad relativa, que tienen mayores dificultades para pagar buenos salarios, desempeñarse en el segmento formal, exportar y acceder al crédito.
A su vez, esa heterogeneidad se cristaliza en términos territoriales, ya que existen en nuestro país algunas zonas de alta densidad empresarial y elevados salarios y otras en donde la escasez de empresas, la informalidad y los bajos salarios son la norma. Esas heterogeneidades en las condiciones productivas se plasman en diferencias notables de ingresos al interior de la población ocupada y entre regiones. Asimismo, esas desigualdades también tienen un componente de género, habida cuenta de que la estructura productiva no es neutral en términos de las oportunidades laborales que ofrece a varones, mujeres y diversidades.
Vale agregar que la estructura productiva argentina limita las posibilidades de crecimiento económico. Que el PIB per cápita crezca es necesario (aunque no suficiente) para crear puestos de trabajo de calidad y con ello reducir sosteniblemente la pobreza, el desempleo, la precarización laboral y las desigualdades. Ahora bien, siempre que el PIB crece, las importaciones también lo hacen, en una magnitud que según las distintas estimaciones está cerca de 2 a 1. En otros términos, por cada 1% que crece el PIB, las cantidades importadas lo hacen en 2%. Esto no sería estrictamente un problema si el comportamiento de las exportaciones fuera dinámico, de modo de generar las condiciones genuinas para financiar el crecimiento de las importaciones. Sin embargo, la estructura productiva argentina presenta un bajo dinamismo exportador: cuando el resto del mundo crece 2,8 %, nuestras exportaciones lo hacen en torno al 1%.
Ello implica que, si Argentina pretende crecer al mismo ritmo que el resto del mundo, tenderá al déficit comercial, producto de que nuestras cantidades importadas subirán más rápido que nuestras cantidades exportadas. A menos que exista un financiamiento externo persistente, los déficits comerciales prolongados en el tiempo suelen derivar en crisis de balanza de pagos que, si bien terminan por corregir dicho desequilibrio externo, lo hacen a costa de una recesión que empobrece a la mayoría de las y los argentinos. De este modo, la tasa de crecimiento compatible con el equilibrio externo termina siendo muy inferior a la tasa de crecimiento necesaria para lograr la sostenibilidad social (esto es, la tasa de crecimiento necesaria para bajar sosteniblemente la pobreza, las desigualdades, el desempleo y la precarización laboral).
¿Por qué razón Argentina tiene este desequilibrio entre nuestra propensión a importar y nuestra propensión a exportar?
En primer lugar, la desarticulación productiva y el repliegue de capacidades productivas desde mediados de los años 70 implicó que muchos insumos y componentes fundamentales de los procesos productivos que antes se fabricaban en Argentina ahora deban ser importados (Amar y Abeles, 2017; Carregal y Sarabia, 2015).
Como resultado de esa trayectoria, cuando hoy la economía argentina crece –y las empresas demandan insumos para poder producir más, se ve obligada a recurrir a importaciones que antes no se efectuaban.
En paralelo, esta pérdida de proveedores locales en múltiples cadenas de valor no fue acompañada de un mayor dinamismo de las exportaciones –a excepción de algunos momentos puntuales.
En resumidas cuentas, para reducir la pobreza, el desempleo, la informalidad laboral y la desigualdad hace falta generar puestos de trabajo de calidad. Para generar tales puestos de trabajo de calidad hace falta crecer sostenidamente. Para crecer sostenidamente hacen falta divisas, sin las cuales es imposible financiar el incremento de las importaciones que todo proceso de crecimiento conlleva.
Para obtener esas divisas hace falta transformar la estructura productiva, a partir del incremento de la productividad a lo largo y a lo ancho del tejido productivo, el cual permite por un lado fortalecer la competitividad de la economía –y, de esta manera, las exportaciones y los proveedores locales– y también la mejora de los procesos productivos en términos ambientales. Y para transformar la estructura productiva hacen falta consensos, que permitan la implementación de políticas duraderas que, por un lado, generen previsibilidad en los agentes económicos y, por otro lado, los incentiven a apostar por el desarrollo del país.
Para esto son necesarios, Incentivos duraderos y estables, Previsibilidad en actores, Inversión de largo plazo, Cambio estructural y suba de la productividad, Sustituir eficientemente importaciones, Exportar más,
Financiar importaciones necesarias para producir, Crecimiento sostenido macroeconómicamente, Generación de empleo de calidad, Reducir la pobreza
Reducir el desempleo, Bajar la informalidad laboral, Reducir la pobreza, Bajar la desigualdad, Salarios crecientes.
Estrategia para el Desarrollo Productivo
La reactivación y el desarrollo necesitan construir el futuro argentino:
Como hemos mencionado, a nuestro país le ha costado mucho crecer sosteniblemente desde los años ‘70; si miramos la última década, encontramos que nuestro PIB per cápita ha tendido a caer (y con mayor fuerza en los últimos años).
Una de las razones de este estancamiento de largo plazo tiene que ver con el repliegue de capacidades productivas, las cuales a su vez han sido consecuencia de la falta de consensos sobre el rumbo productivo del país.
Expresión de esa falta de consensos ha sido la imposibilidad de implementar políticas macroeconómicas consistentes en el tiempo, lo cual ha derivado en una marcada volatilidad macroeconómica, la cual a su vez ha implicado drásticas transferencias de ingresos entre distintos sectores.
El cambio permanente en el sistema de incentivos y los bruscos movimientos en los precios relativos (los cuales a su vez inciden en la distribución del ingreso) han debilitado las inversiones de largo plazo, que requieren, entre otras cosas, certidumbre y estabilidad en las reglas de juego.
A continuación, se detallan diez consensos que, creemos, son indispensables para que se materialice la recuperación económica y logre el desarrollo económico y social y, con ello, garantizar condiciones dignas de vida a cada una y cada uno de los habitantes de nuestro territorio:
- Necesitamos exportar más.
- Ningún sector productivo sobra: todos son importantes.
- Hay una falsa antinomia entre mercado interno y mercado externo.
- No hay futuro sin políticas productivas que fomenten la creatividad y la innovación.
- Ninguna política productiva será sustentable si no contempla la dimensión ambiental.
- Una macroeconomía estable es necesaria para el desarrollo productivo y la creación de empleo de calidad.
- Para bajar la pobreza y la desigualdad necesitamos un Estado que promueva la inversión privada y la suba de la productividad.
- Una buena política productiva debe reducir las brechas de género.
- La apertura comercial no es un fin en sí mismo, sino una herramienta que debe ser utilizada de manera inteligente.
- Toda política de desarrollo productivo debe ser una política de desarrollo regional.
- Necesitamos exportar más
Tras un salto exportador en la década de los 2000 (que permitió que nuestro país tuviera las divisas necesarias para financiar un crecimiento acelerado como el registrado entre 2003-2011), las exportaciones argentinas se contrajeron a partir de 2011 (gráfico 1.1). Si bien hubo un crecimiento moderado en los años previos a la pandemia, producto de mayores cosechas (récord en 2019), la maduración de inversiones en Vaca Muerta y el dinamismo del complejo cárnico, no se logró retornar al pico de 2011, ni en cantidades ni en valores. La pandemia repercutió negativamente sobre el comercio exterior argentino, tanto de bienes (particularmente de manufacturas de origen industrial, cuyo principal destino es América Latina, que resultó una de las regiones más castigadas por el COVID-19) como de servicios (particularmente aquellos ligados al turismo). Si bien en el primer semestre de 2021 las exportaciones repuntaron fuertemente y tuvieron la mejor primera mitad de año desde 2013, todavía falta mucho para retornar a los niveles de 2011.
Hay que impulsar una diversidad de medidas tendientes al desarrollo exportador, como por ejemplo el rediseño del esquema de retenciones y reintegros a la exportación (por ejemplo, con retenciones 0% para bienes finales de mayor valor agregado y para las PyMEs que exporten hasta US$ 500.000), Programas de Apoyo a la Competitividad, líneas de crédito específicas para la salida exportadora y simplificación de trámites para exportaretc.La salida exportadora debe ser tomada como una variable fundamental a la hora de evaluar proyectos de apoyo al sector productivo.
- Todos los sectores productivos son importantes
Debemos dejar atrás las falsas antinomias entre sectores y actores, como por ejemplo la discusión de industria versus agro o de PyMEs versus empresas grandes. Todos los sectores y actores productivos son necesarios y complementarios en una estrategia de desarrollo, que sea sostenible, inclusiva y federal.
En primer lugar, las fronteras entre las actividades productivas son cada vez más borrosas. Entre otros motivos, por el avance de las tecnologías de producción, la servificación de la producción, y la utilización de métodos de producción industrial en el resto de los sectores.
Asimismo, las complementariedades entre los sectores son elevadas. Por ejemplo, la producción agropecuaria tracciona productos industriales (maquinaria agrícola, fertilizantes, etc.) y servicios de alto valor agregado (lo que se conoce como ag-tech), muchos de ellos desarrollados localmente. De todos modos, si bien hoy la producción primaria genera importantes encadenamientos, no es menos cierto que hay un gran potencial para apuntalarlos y desarrollar más eslabones que hoy están incompletos, como los proveedores de maquinaria y biotecnología o la agregación de valor aguas abajo por el procesamiento y refinación de materias primas.
Cada sector aporta a su manera al desarrollo, y hay que aprovechar las ventajas que brinda cada uno de ellos. Por ejemplo, si bien la producción primaria de los principales cultivos no es intensiva en mano de obra, su aporte en materia de divisas es fundamental para el funcionamiento de la economía argentina. Sin embargo, Argentina no pareciera tener tantos recursos naturales como habitualmente se cree, lo cual limita las posibilidades de desarrollo centradas únicamente en ellos. De acuerdo al Banco Mundial, en 2014 el capital natural per cápita del país fue de 16.185 dólares, lo que nos ubica en el puesto 58. Comparado con Australia, país que se ha especializado en la exportación de recursos naturales, nuestro capital natural per cápita es 11 veces inferior.
Si bien el capital natural es en parte producto del desarrollo (ya que nuevas tecnologías e inversiones “crean” recursos naturales, como por ejemplo ocurrió en los últimos años con Vaca Muerta), resulta poco probable creer que podamos tener los recursos naturales per cápita de Australia, país que tiene casi el triple de nuestra superficie con una población que es poco más de la mitad de la de Argentina.
Otros sectores, como los industriales, son generadores de empleo en muchas provincias, suelen pagar salarios por encima de la media a trabajadores de calificación media y, además, contribuyen significativamente a la I+D privada (que en Argentina es realmente baja para estándares internacionales: inferior al 0,2% del PIB). Asimismo, vale tener en cuenta que no queda claro que sin industria la tendencia al déficit comercial (y, por ende, a la crisis de balanza de pagos que traba sistemáticamente nuestro crecimiento) sea menor. Las tres experiencias de apertura comercial –que terminaron por afectar a buena parte del tejido industrial, como la de los años 70, la de los 90 y la de los últimos años– terminaron generando mayores déficits comerciales, ya que las mayores exportaciones fueron más que compensadas por un incremento más intenso en las importaciones.
En los tres casos, se terminó en crisis de balanza de pagos, que hicieron devaluar la moneda local, desatando procesos inflacionarios, caída de los ingresos reales y suba de la pobreza y la desigualdad. Más allá de la importancia fundamental de la industria en la estructura económica, social y tecnológica, una de sus debilidades es la falta de orientación exportadora en muchas de sus ramas y la excesiva dependencia del mercado interno.
Los servicios también son cruciales. Dentro de ellos, hay heterogeneidades. Por un lado, los servicios basados en el conocimiento (SBC) –entre los que incluimos el software, los servicios empresariales y profesionales y las industrias creativas (como las audiovisuales)– emplean trabajadoras y trabajadores de alta calificación, pagan altos salarios y tienen un elevado potencial exportador. Sin embargo, su debilidad está en que su contribución al desarrollo regional es más acotada, debido a que están concentrados en el Área Metropolitana de Buenos Aires y las principales urbes del interior. Por el otro, el turismo –al igual que los SBC– genera divisas genuinas, pero –a diferencia de estos– tiene una enorme contribución a muchas economías regionales. Asimismo, el tipo de empleo que demanda es de menor calificación, y, como punto débil, los salarios son decididamente menores a los de los SBC.
Dadas las características de nuestro país, debemos ir por una estrategia de desarrollo mixta y amplia, que combine nuestro potencial en recursos naturales con la industria y los servicios, ya que en todos los sectores existen capacidades acumuladas que es mejor consolidar que descartar y que ninguno de ellos sobra ya que todos tienen algo para dar (como exportaciones, empleo de calidad, salarios altos, empuje tecnológico y/o desarrollo territorial).
Partiendo de la premisa de que ningún sector productivo sobra y que todos son importantes, desde el Ministerio venimos trabajando con todos los sectores productivos.
- Hay una falsa antinomia entre mercado externo y mercado interno
A veces escuchamos que una mayor orientación exportadora implicaría que Argentina deprima su mercado interno, a expensas de millones de personas. También se menciona reiteradamente que los enfoques mercado-internistas tienen un sesgo antiexportador, que termina por volver insustentable la macroeconomía.
Los datos muestran que no tiene por qué existir tal antinomia entre el mercado interno y el mercado externo.
Por un lado, un mercado interno potente permite generar una escala suficiente para reducir costos medios y, de este modo, volverse más competitivo y salir a exportar. Parte de ello ocurrió en el período 2003-07 y 2010-11, que coincidió con un destacado salto exportador en la gran mayoría de los sectores, en un contexto de gran expansión del mercado interno y el consumo local.
Según la experiencia histórica de los países que se han desarrollado exitosamente, el mercado interno funcionó como una plataforma crucial para que las empresas aprendan a producir y a adquirir habilidades productivas y que, gracias a ello, luego pueden insertarse internacionalmente y conquistar mercados externos. Argentina no es la excepción, y prueba de ello es que cuando nuestras PyMEs salen a exportar en general lo hacen a mercados similares al nuestro, como el de países limítrofes o el de España e Italia, que son países con afinidad cultural.
En suma, exportar es un proceso de aprendizaje que se retroalimenta y en donde, para la mayoría de las firmas, el mercado interno es la base sobre la cual las empresas adquieren la escala y las capacidades productivas que luego permiten salir a exportar. Necesitamos cuidar inteligentemente el mercado interno para potenciar nuestras exportaciones futuras. Ello requiere también que generemos incentivos para ayudar a las empresas a competir más en el exterior.
El esquema de incentivos a las exportaciones les permite ser más competitivos para vender la producción en el exterior y, de este modo, ampliar todavía más la escala. Todo ello redunda en un círculo virtuoso, por medio del cual las empresas contratan más puestos de trabajo y, a su vez, reducen costos unitarios por una mayor escala, ganando genuinamente competitividad.
Estrategia para el Desarrollo Productivo:
- No hay futuro sin políticas productivas que fomenten la creatividad y la innovación
En la última década, y tras haber quedado relegadas en la agenda por muchos años, resurgió en buena parte del mundo el interés por las políticas de desarrollo productivo, en particular por el rol fundamental que tienen para incrementar el potencial creativo e innovador de las economías.
Muchos países del mundo lanzaron planes vinculados a las nuevas tecnologías 4.0, que incluyeron diversas herramientas de política de fomento, tanto de carácter horizontal (transversal a distintos sectores) como vertical (orientadas a sectores específicos).Son muchas las bondades de un tejido productivo creativo e innovador.
Por ejemplo, las firmas más innovadoras y creativas tienden a diferenciarse del resto, sea a partir de la posesión de una marca –que denota prestigio–, de un diseño único o de la fabricación de un bien o un servicio irreplicable por las demás. Todo eso les permite desempeñarse en mercados de competencia imperfecta, lo cual les permite obtener mayores rentas que el resto de las empresas. Por lo general, eso también se traduce en que las firmas más innovadoras y creativas tienden a pagar mejores salarios que la media y a tener una mayor propensión exportadora.
La aplicación de políticas productivas que fomentan la creatividad y la innovacióngenera previsibilidad e incentivos claros para el desarrollo de industrias intensivas en innovación y creatividad, tales como software, la producción audiovisual, la biotecnología, la bioinformática, la ingeniería genética, la nanotecnología, la nanociencia, la industria satelital, la industria aeroespacial y la industria nuclear.
- Ninguna política productiva será sustentable si no contempla la dimensión ambiental
Históricamente, las políticas productivas se focalizaron en la maximización del PIB, sin atender al daño ambiental que conllevan muchas actividades económicas. En los últimos tiempos, y producto de problemas ambientales severos derivados del crecimiento económico (como el calentamiento global, la pérdida de biodiversidad y la presión sobre los ecosistemas), la agenda ambiental ha pasado a imbricarse cada vez más con la agenda productiva.
De hecho, una parte fundamental de las nuevas políticas de desarrollo productivo deben tener como objetivo principal la transición hacia nuevas tecnologías y lógicas productivas que permitan desacoplar cada vez más el incremento del PIB del impacto ambiental que éste tiende a conllevar.
Es en este contexto que debe entenderse el esfuerzo creciente que muchos países están haciendo para descarbonizar la economía.
Por ejemplo, el replanteo integral de la matriz energética viene siendo uno de los grandes ejes para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero responsables del cambio climático. Este desafío debe ser uno de los motores de la inversión en tecnologías verdes que tuvo un particular dinamismo en el período 1990-2010, en cuestiones como energías renovables –que se espera vayan reemplazando gradualmente a las de origen fósil– y eficiencia energética.
También, el crecimiento exponencial de la I+D en vehículos de propulsión eléctrica y a hidrógeno (que reemplazarán a los de combustión interna, también responsables del calentamiento global) viene siendo reflejo de la intersección entre políticas de desarrollo productivo y políticas ambientales: en efecto, de acuerdo a datos de patentes de la OCDE, las tecnologías ligadas a la movilidad sustentable (como vehículos eléctricos y baterías) vienen siendo las de mayor crecimiento en los últimos años.
También ha venido ganando peso en el tiempo el interés por la construcción sustentable, la cual apunta a reducir –por medio de cambios en el diseño y en los materiales utilizados– el consumo energético derivado de las necesidades de iluminación, refrigeración y calefacción.A su vez, la economía circular empieza a ser un paradigma que avanza y que plantea un giro copernicano en el modo en el cual se concibe el proceso productivo. Hasta ahora, éste ha sido mayormente lineal, todo lo cual supone una presión permanente sobre la naturaleza. Al permitir que los residuos puedan reintroducirse en el proceso productivo como insumos en lugar de ser desechados, esta nueva lógica productiva puede ser una de las llaves para contribuir al necesario desacople entre crecimiento e impacto ambiental.
En resumidas cuentas, el crecimiento económico debe no solo ser sostenible en términos macroeconómicos, sino también en materia ambiental.
6. Una macroeconomía estable es necesaria para el desarrollo productivo y la creación de empleo de calidad.
Si bien los principales problemas que tiene la economía argentina en materia de sustentabilidad económica son de carácter estructural y productivo, los vaivenes económicos que mostró Argentina estuvieron asociados, también, a manejos insostenibles desde un punto de vista macroeconómico. Desde 1974, Argentina ha sido el país del mundo con mayor cantidad de años de recesión: 20 sobre un total de 45 años.
Las crisis económicas son momentos en los cuales se destruyen empleos de calidad, empeora la distribución del ingreso (debido a que sube el desempleo, particularmente en los sectores más vulnerables), se reducen capacidades productivas y se postergan proyectos de inversión. Por lo tanto, una política macroeconómica consistente, entendida como aquella que evita o minimiza las posibilidades de una crisis económica, es también una política de desarrollo.
Esto incluye una política fiscal, monetaria y cambiaria prudente, equilibrios externos, regulaciones macroprudenciales de los flujos financieros y evitar ciclos de endeudamiento insustentables, entre otras cosas.
Desde ya, la búsqueda de los equilibrios macroeconómicos debe contemplar también los equilibrios sociales, productivos y ambientales, pero bajo la premisa de que estos solo se logran duraderamente con consistencia macroeconómica.
- Para bajar la pobreza y la desigualdad necesitamos un Estado que promueva la inversión privada y la suba de la productividad
Para reducir la pobreza y la desigualdad, necesitamos generar empleos de calidad. Para generar empleos de calidad, necesitamos crecer. Para crecer, necesitamos las divisas necesarias para no entrar en crisis de balanza de pagos que hagan disparar la inflación y depriman los salarios y el mercado interno. Para obtener esas divisas necesitamos exportar más. Para exportar más, necesitamos ser más competitivos. Para ser más competitivos, necesitamos incrementar la productividad. Y para incrementar la productividad necesitamos inversión privada, en particular en sectores de alta intensidad tecnológica.
Para que haya inversión privada necesitamos una combinación de distintos factores, como demanda pujante, previsibilidad macroeconómica, acceso al crédito productivo, formación de nuevas capacidades y la apertura de mercados externos.
La mejora de la productividad es una condición necesaria –no suficiente– para lograr la mejora en la calidad de vida de la población. En el pasado, hubo procesos de mejora de la productividad que fueron de la mano con destrucción de puestos de trabajo y la consiguiente suba del desempleo, la pobreza y la desigualdad. Es por ello que para algunas personas el concepto de “productividad” despierta una comprensible desconfianza.
Sin embargo, todo proceso de mejora sostenible de la calidad de vida de las mayorías estuvo acompañado de mejoras de la productividad. Eso fue lo que ocurrió en la Europa de la segunda posguerra, en los países nórdicos (que hoy tienen excelentes indicadores sociales y de igualdad) o en los más recientes casos exitosos de industrialización, como Singapur, Corea del Sur y China.Si observamos la Argentina actual, encontraremos una estrecha relación entre mejores condiciones de vida y productividad. Podemos ver que aquellos sectores tienen mayor productividad tienden a tener menores tasas de pobreza, lo cual se debe a altos niveles de formalización y salarios.
Por ejemplo, sectores como petróleo y minería, finanzas y servicios profesionales y empresariales poseen altos niveles de productividad respecto a la media, y tasas de pobreza inferiores al 20% (cuando en el promedio del país esa cifra fue del 35,5% en 2019).
Por el contrario, el servicio doméstico y la construcción son dos ramas de baja productividad relativa, con muy elevados índices de informalidad y bajos ingresos.
Por tal razón, no sorprende que sean los que tienen las peores condiciones de vida: en ambos casos, la pobreza ronda el 60%.
El cambio estructural implica que las burbujas se muevan en una doble dirección:
a) En primer lugar, que todas incrementen su productividad y reduzcan la pobreza de sus trabajadoras y trabajadores.
b) que las burbujas con mejores índices de productividad y pobreza ganen peso relativo en la economía y el empleo.
La mejora de la productividad obedece a distintos factores: a la inversión en I+D (investigación y desarrollo) y en nuevas maquinarias y equipos (de ahí la importancia de la inversión), a la creación de nuevos sectores, a la implementación de nuevos métodos productivos, a cambios en la organización de las firmas, a la capacitación y educación de las y los trabajadores, al crecimiento de mercados (que generan una mayor escala) o a la experiencia en el mercado (que implica aprendizajes acumulados muchas veces intangibles).
Las y los trabajadores y las empresas son actores claves de la productividad. Por ejemplo, políticas de capacitación de la mano de obra ayudan a mejorar la productividad, del mismo modo que retribuciones gratificantes al esfuerzo por parte de las y los trabajadores. Del lado de los trabajadores, la capacidad y voluntad de poder adaptarse a las nuevas circunstancias ayuda a que el proceso productivo sea más eficiente.
Las políticas productivas incrementan las probabilidades de que aparezcan nuevos sectores de alta productividad y de que las firmas hoy existentes puedan crecer, adquirir nuevas tecnologías y acercarse a la frontera tecnológica.
- Una buena política productiva debe reducir las brechas de género
Hasta la actualidad, las políticas productivas se han preocupado muy poco por atender a las desigualdades de género existentes en la estructura productiva. En la Argentina, las mujeres ganan en promedio 24% menos por mes que los varones; detrás de esas desigualdades hay varios factores a ser analizados.
Las mujeres trabajan fuera del hogar en torno a 30 horas semanales, en tanto que los varones lo hacen en 40 horas. La contracara de ello es que las mujeres trabajan muchas más horas dentro del hogar en tareas reproductivas (19 horas contra 9 en los varones). De este modo, parte del diferencial salarial entre ambos géneros tiene que ver con la cantidad de horas trabajadas fuera del hogar, lo cual a su vez se origina en la desigual distribución de tareas al interior del hogar.
Dado que las mujeres trabajan un 25% menos de horas en tareas remuneradas que los varones, una primera lectura podría sugerir que no existen brechas de género al tomar el salario horario (ya que éste es, a primera vista, similar entre ambos géneros). Sin embargo, esa es una lectura equivocada, habida cuenta de que las mujeres que trabajan fuera del hogar tienen más años de estudios que los varones ocupados. De acuerdo a la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) del INDEC, el 47% de las mujeres que trabajan remunerado posee estudios superiores (incompletos o completos), cifra que cae al 30% en los varones.
De este modo, la aparente igualdad en términos del salario horario es ficticia, ya que compara mujeres con mayor nivel educativo que los varones. A igualdad de nivel educativo, las mujeres ganan aproximadamente 13% menos por hora que los varones (Trombetta y Cabezón Cruz, 2020). Si se controla por otras variables adicionales, como por ejemplo la edad o la región de residencia, esa brecha persiste en torno al 13% en el salario por hora.
Las brechas de género son omnipresentes en la estructura productiva argentina. En particular, son muy elevadas en los sectores de alta productividad y en aquellos que exportan.
En la industria manufacturera, cuya productividad relativa es superior al promedio, la tasa de feminización apenas roza el 30%. Esa cifra cae a apenas el 10% cuando se analiza el porcentaje de mujeres que toma las decisiones en una firma industrial y a apenas el 5% en las grandes empresas industriales –que son las que en general tienen mayor productividad y propensión a exportar–. En las actividades primarias –muchas de las cuales exportan– la participación femenina es de apenas el 17%, en tanto que en servicios de exportación como el software, de apenas el 32%.
Las políticas productivas deben incorporar incentivos para incrementar la igualdad de oportunidades en el mercado laboral, y a reducir –por medio de campañas de sensibilización y concientización– estereotipos que hoy dificultan la inserción de las mujeres en determinadas ramas que son estratégicas para el desarrollo nacional.
9.La apertura comercial no es un fin en sí mismo, sino una herramienta que debe ser utilizada de manera inteligente
A menudo, los debates sobre el desarrollo se reducen a visiones extremas entre quienes creen que la solución a todos los problemas del desarrollo es abrir la economía sin más, y quienes creen que Argentina debe cerrarse al mundo.
Ni la apertura comercial ni la protección deben ser fines en sí mismos, sino medios que incrementen las posibilidades de que Argentina pueda crecer sosteniblemente. Como tal, nuestra inserción al mundo debe ser pragmática, y no dogmática, teniendo en cuenta que mercado interno y mercado externo son complementos más que una dicotomía. En otros términos, debemos tener una inserción proactiva en la economía mundial, que nos permita sacar provecho de ella a la vez que se preservan los intereses nacionales.
En el pasado, las experiencias de apertura comercial no incorporaron esto último. Si bien permitieron incrementar las exportaciones, simultáneamente hicieron disparar las importaciones en una magnitud todavía mayor.
A pesar de que muchas empresas pudieron acceder a mercados externos, el salto de las importaciones acarreó costos muy grandes sobre la estructura productiva local, al hacer desaparecer firmas proveedoras que tenían capacidades acumuladas o al provocar abultados déficits comerciales que terminaron siendo insostenibles, desatando devaluaciones de la moneda local que a su vez incrementaron el desempleo, la pobreza y la desigualdad. Por su lado, un proteccionismo dogmático y sin criterios claros y condicionalidades tampoco es deseable, ya que genera sobrecostos para las empresas y las personas, sin fomentar la innovación y la modernización del tejido productivo.
La Argentina del futuro debe sin ningún tipo de dudas integrarse más al mundo, ya que allí hay un potencial enorme para ganar escala y mercados, que nos permitan exportar más y generar más puestos de trabajo. Pero esa integración debe ser bien diseñada y proactiva, de modo que no se generan déficits externos insostenibles ni que impida el desarrollo de sectores de mayor complejidad tecnológica. De ese modo, nuestro potencial para crecer sin entrar en crisis externas se incrementará.
10. Toda política de desarrollo productivo debe ser una política de desarrollo regional
Al igual que en toda la región latinoamericana, en Argentina las brechas territoriales son mayores a las de cualquier país desarrollado. Por ejemplo, la brecha del producto per cápita entre CABA y Formosa y Misiones es de 6 veces; en contraste, en Italia –considerado uno de los países con mayores desigualdades territoriales de Europa– esa brecha no alcanza las 3 veces.
Las desigualdades territoriales en Argentina datan desde que nuestro país se constituyó como tal y son expresión de la heterogeneidad productiva descripta más arriba. Las expresiones de dichas desigualdades territoriales son múltiples, y tienen que ver con desigualdades salariales, de pobreza, de empresarialidad, de infraestructura, de esperanza de vida o de acceso al empleo de calidad, al crédito o a servicios básicos como la educación y la salud
Históricamente, esas desigualdades fueron la causa principal de que la distribución poblacional de nuestro país fuera tan macrocefálica, con las externalidades negativas que ello acarrea (grandes concentraciones urbanas como el Gran Buenos Aires que no logran brindar a parte de sus habitantes condiciones dignas de vivienda, hábitat y transporte).
Así como las políticas productivas son cruciales para cerrar las brechas de género, también ocurre lo mismo con las desigualdades territoriales. Ninguna política productiva será satisfactoria si no logra incentivar la empresarialidad y las capacidades tecnológicas en las regiones más postergadas, de modo tal que se permita la generación de empleo de calidad en dichas regiones, disminuyendo así la pobreza.
Todo ello disminuiría la probabilidad de que las personas se vean obligadas a abandonar el lugar en el que nacieron, en donde están sus seres más queridos, por motivos económicos.
Conclusiones
Si bien los aportes a las problemáticas concretas se deslizaron en los puntos desarrollados, cabe destacar que nos referiremos a las cuestiones de carácter general que se pueden aportar a través de las organizaciones del tercer Sector.
El modo de contribuir es cumpliendo las funciones propias de su genética, de la razón de ser de las mismas.
Capacitar: Las ONG trabajan para promover el cambio social o político a gran escala, o localmente y desempeñan un papel crítico en la sociedad en desarrollo, ya que se enfocan en la mejora de las comunidades y en promover la participación ciudadana.
Promover y diseñar estrategias para contribuir a la capacitación en materia de desarrollo económico es el objetivo propuesto.
En concreto, el diseño, la organización y el dictado de carreras para la promoción del desarrollo sustentable, sostenible, que garantice la distribución progresiva y las políticas de género.
Vincular: La función de vinculación entre los distintos actores de la economía, nacionales provinciales o locales, es fundamental para la coordinación de los recursos e instrumentos necesarios para el desarrollo.
Esta vinculación debe darse a través de Asesorías y convenios, de la promoción para la creación de Institutos de investigación en todo el país, y de la participación local para la creación del modelo de desarrollo.
Las ONG son el actor más adecuado para la gestión de este modelo innovadorpor su multifuncionalidad y su capacidad de rápida resolución de problemas concretos a través de su capacidad de tomar decisiones de gestión con la velocidad requerida en el contexto actual.
Asistir y Asesorar: Para la construcción de un modelo de desarrollo es necesario el apoyo al sector privado,(sobre todo el desarrollo del sector privado local) las ONG pueden contribuir con Información inteligente para el desarrollo, Capacitación en materia de creación de empresas, capacitación y asistencia en estrategiassustentables de modelos de negocios, obtención de fuentes de financiamiento, y asesoramiento en materia de marcos legales y regulatorios del sistema.
Y sobre todo en la implementación de empresas en concreto que cumplan con el perfil productivo de productos o servicios que sean, requeridos, con valor agregado, con posibilidad de crecimiento, con capacidad de crear empleo y con el perfil para contribuir al modelo de desarrollo deseado.
Crear de manera local bases de información sobre los posibles nichos de productos y servicios requeridos y necesarios (que cubran demandas comprobadas) como modo de orientar al capital inversor a la necesidad productiva.
Acelerar: Contribuir a los procesos de desarrollo ya iniciados con las herramientas anteriormente explicitadas con el fin de acelerar y consolidar dichos procesos.